SOMOS LA MISMA SANGRE / A LA BATALLA!!!!!

SOMOS LA MISMA SANGRE  /    A LA BATALLA!!!!!
CAMINA SIEMPRE ADELANTE!!!!

lunes, 30 de abril de 2007

Intertarlo no lo es todo!


pero hare el esfuerzo, no me veo como un Don Nadie por que nunca me he visto asi, tengo el potencial, tengo la fuerza,tengo el carisma, tengo mi familia, y tengo a mis amigos , entre mas duro han sido los golpes mas duras han sido mis caidas y mas duro y resistente se forma mi armadura. la luz del sol sera testigo de mi metamorfosis diaria y la luz de luna alumbrara mi cuerpo mayugado y herido de mi guerra diaria contra ese digno enemigo llamado vida. Sere comandante, guerrero, y soldado de esta batalla en defensa de mi reino y motivante diario que es en primera mi familia y en segunda mi pueblo por que dando el ejemplo los demas osaran levantarse tambien a defender cada quien a su familia y pueblo. me cegare y librare mis males a que me ayuden a lograr mis metas. aunque sienta el enorme peso de esas bolas de acero atadas a mis tobillos llamadas tristeza y depresion no me impediran avanzar y destruir todo aquello que lentamente me aniquila ya que cada paso que doy con ellas a cuestas me convierten un paso mas fuerte y libre que dos pasos atras.
Los quiere el Höek

3 comentarios:

SR.KALAVERA dijo...

ASI SEA...

HERMANITO

DESDE HACE UN PAR DE AÑOS QUE AGRDEZCO EL HABERTE CONOCIDO PARA SER HERMANOS NO SOLO DE ARMAS SI NO COMPAÑEROOS ETERNOS,HERMANOS DE SANGRE
SOMOS LA MISMA SANGRE!!!

PRESERVADOR.DE.LA.MUERTE dijo...

HERMANOS SOMOS Y HERMANOS SEREMOS, EN NUESTRAS BATALLAS INDIVIDUALES O AL FINAL DE LA GUERRA ESTAREMOS JUNTOS ESPALDA A ESPALDA, ARMA CON ARMA, HAREMOS LA TRINIDAD QUE NOS DARA LA VICTORIA LOS QUIERO CABRONES POR QUE JUNTOS ESCUCHAMOS EL GRITO DE LLAMADA HACE AÑOS Y LO SEGUREMOS ESCUCHANDO PARA BAÑARNOS EN LA UNICA GLORIA QUE NOS PÈRTENECE POR QUE NOS SOMOS NADIE Y SOMO CABRONES SOMOS GUERREROS, SOMOS REYES, SOMOS HERMANOS...

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx dijo...

Hoek.
No te conozco. (Ok, algo por pláticas de los amigos) tu sinceridad me hizo querer compartir esto que escribí hace poco tiempo(no lo tomes como un sé como te sientes, eso no, nunca...)
en fin ahi va, a ver que te parece:

---

Éste ha sido uno de esos días en los que no se puede hacer otra cosa que bañarse con agua fría. Una tortura leve a cambio de despertar por completo (honestamente, no hay tortura, simplemente es el miedo humano al cambio, aunque sea de temperatura…, qué jodido). Después de una noche “primaveral” con sábanas relamidas y sudor repentino (con un calor nada parecido al cliché: pegajoso y de moscos zumbantes). Salir a la calle. Caminar (un pie tras otro por favor). Entrar al metro: lo usual, jugar a evadir miradas en el transporte (a veces me divierto provocando que otras usuarias evandan mi mirada insistente). No, hoy no estoy de humor para el ping pong visual: saco a Mankell y me sumerjo en el nuevo crimen que resolverá Wallander. Llegar a la cuasichamba. Tarde siempre tarde me dicen los números del checador (he desarrollado una habilidad insuperable para eso de llegar tarde). Cuatro pisos. Gritar: ¡Hola a todos! (estoy harta del besito mañanero que no es tal). Música: Washing Machine, Sonic Youth. Desayunar yogurt, dos mini bigotes de chocolate y café de grano (asqueada también del desayuno callejero del oficinista promedio: tamal emporio y atole, jugo de naranja y coctel de frutas, quesadilla y refresco etc etc…, hoy pienso que su pesadez me impediría incluso pensar). Perder la mañana hábilmente, revisando lo que otros hayan hecho (el trabajo me lo permite: “¿quién más te va a pagar por leer si no una editorial?, eres privilegiada” dice mi ego). El día de hoy también lo mando de vacaciones (vaya, hoy entiendo que no se puede hacer otra cosa que andar por el mundo observando y eso no te distingue de los demás: los abogados leen, los contadores leen, y nada es tan deprimente como parecerte a un abogado o contador). A veces, para hacer el tiempo menos tedioso, es bueno jugar a dar consejos a la gente de la oficina. Poner cara seria y entornar los ojos, aguzándolos para parecer más sensitiva. Pensar detenidamente en lo que se dirá y buscar la manera de que suene armonioso, calmado y sensato (ya una vez el otro lector -chico cuyo espíritu siento tan cercano en la opresión del medio “editorial”, aunque en otros ámbitos abismalmente distante- después de escuchar mi sentencia dijo acerca de mi voz engolada: “tienes voz de clarinetista” -¿de que modo pudo hacer esa asociación absurdamente genial? ¿Cómo habla una clarinetista?-) Sólo que hoy, cuando consigo esbozar mi teoría me doy cuenta que soy yo la que recibe el consejo. Sólo queda guardar silencio y observar cómo conservo mi vida a una distancia prudente de mí misma.

La depresión explota.

Mis ojos anegados se esconden junto conmigo en el baño (no hay una diferencia radical con la secundaria, cuando se llora por los chicos en el baño de la escuela). Me abandono por un instante a la tristeza inexplicable. Ese desdoblamiento fue la causa: ser distante hasta de mí misma.

Sin embargo, la negación es lo que mejor manejo (aparte de la impuntualidad). Solo es cuestión de salir del baño, mirar de lado y tras la pregunta: ¿te pasa algo?, poner cara de sorpresa y mover rotativamente la cabeza de izquierda a derecha. De izquierda a derecha (si se hace en sentido opuesto la negación pierde cierta fuerza y el interlocutor tiene derecho a no fiarse). Otra máxima para romper la tensión del momento: “nunca pasa nada” (aunque el cuento ese a nadie convenza, aunque cuando lo diga pase un trago grueso y grumoso por la garganta, sólo por no soltar un leve quejidito que delate las inseguridades que se guardan detrás). Bah, mentiras de bolsillo que se sacan de vez en cuando. Justo en el momento en que todo es más brumoso. Funciona: sonrisitas, dos o tres reflexiones pseudo-posmodernas y todos de vuelta al trabajo.
Comer mediocre y solitariamente en una fonda tristemente kitsch. Tres tiempos y el postre: paleta helada de limón (es lo primero que disfruto en el día. Diez minutos después, el azúcar me esta derritiendo el estómago. Hay días, como hoy, en los que la parte dulce de la vida resulta corrosiva). Ver el reloj insistentemente. Tomar un té negro para aligerar la espera. Despedirse dos minutos antes con otro grito: ¡Hasta mañana, descansen!, y bajar corriendo la escalera para evitar la estampida de las seis en punto.
Al salir, pretender sentirse libre. Enciender un cigarro y aspirar todo el humo (mal negocio para mis pulmones, pero siempre he pensado que la felicidad del alma mata todo).
Cita para ir a tomar un café con las amigas. Besos, abrazos (nos une el haber perdido la brújula, el estar exiliadas generacionalmente de una vida normal: casa-hijos-marido-).
Aún así,la conversación pronto cae en los temas de siempre: sexo y conducta masculina.
Protegerse de esa conversación vacía al observar el reflejo esponjado del propio rostro en la esfera que forma la tapa de la azucarera y divertirse con real deleite contemplando de reojo (metálico) a la multitud (todas notan que algo raro sucede conmigo; no es que no me encante jugar con los reflejos, sino que por lo regular lo comparto infantilmente y sin tapujos: “mira cómo me veo, jajaja”).El interrogatorio comienza. Todas disparan al mismo tiempo. Intento permanecer inmune al tiroteo refugiándome detrás de la azucarera, pero al final les digo lo que quieren escuchar: sí, estoy triste por un tipo. Hay que inventar entonces una historia truculenta llena de lugares comunes, que confirme su creencia según la cual, todos los hombres son iguales ( ¿como decirles la verdad? Amigas, estoy jodida, escindida. Hoy he comprendido que estoy partida en dos, rota, lejana de mí misma. Y cómo confesarles de paso: no me interesa su charla, disfruto el sexo pero no creo que sea para publicarlo en el Reforma, disfruto también y enormemente la compañía de algunos hombres tanto como disfruto estar sola, porque ellos no quieren indagar para sentir que te conocen, ellos solo actúan -o no-, no se la pasan elaborando estrategias para no decir lo que no quieren, porque aunque mientan y tengan miedo su astucia es práctica; cómo decirles: me valen los títulos, los fines y las consecuencias. Me vale su plática. ¿Cómo? ). En lugar de eso me callo y ellas me permiten estar solamente tomando café (frapuchino, lo políticamente correcto en una cita entre chicas… Me extraña que a esos cafés no les pongan sombrillita, como a los cocteles) y posar la cabeza sobre mi mano apoyando el codo en la mesa, como si mis ideas fuesen muchas y me pesaran dentro. O como si me hallase ensimismada después de mi declaración. Me acurruco en la algarabía de ser quien observa a las 4 que hablan de más, observándose con desconfianza mutua, la que se muerde las uñas, la que observa de reojo a los pantalones a rayas con mandil que traen la carta nuevamente.

Es entonces, cuando luzco pensativa, que encuentro mi reflejo eficaz: soy la intelectual de mierda que siempre he querido ser. La continua pose para sostener el cigarro que se aspira de vez en cuando (inseguridad que se carga en la mano, que me observa, la que observo, que se intimida y que intimido) eso soy. Es lo que siempre había querido.

El cisma que el día de hoy se anunció desde temprano ahora está a la vuelta de la esquina, lo sé.
El cambio de piel ha comenzado.

Y hemos entrado...